Desde hace tiempo, soy un firme detractor del coche eléctrico en cuanto a considerarlo una opción verde, entendiendo de este, el caso de un vehículo de tamaño considerable, con una batería del tamaño de un mueble. Ya que actualmente, en la mayoría de los casos, la energía con la que se alimentará este vehículo será procedente de combustibles fósiles (a no ser que vivas en un entorno de energía nuclear predominante como Francia) y además porque esas baterías de ión de litio, son ahora mismo, un desecho peligroso para el cual no hay solución en cuanto a su tratamiento (supuestamente, es tres veces más caro reciclarlas que hacer una nueva con nuevo litio).
En resumen, que el coche eléctrico a mi entender, se trata simplemente de la última estrategia de las marcas por luchar contra un mercado del automóvil, en donde un consumidor, tras adquirir el vehículo con un cada vez mas ajustado margen de beneficio, normalmente no volverá a pisar el concesionario de la marca, a no ser para hacer cumplir las coberturas de las garantías. Es por tanto el eléctrico, la manera perfecta de asegurar que cuando esa batería de duración limitada diga, hasta aquí llegue, tengamos que acudir resignados a la marca para adquirir una nueva que nos permita seguir haciendo uso de nuestro vehículo, algo que será así durante toda la vida útil del vehículo.
Sin embargo, hay una alternativa de vehículo eléctrico que va asomando las orejas con timidez. Uno orientado a los desplazamientos en el entorno urbano, con una batería que posiblemente podamos reemplazar nosotros mismos por su pequeño tamaño y potencia, y con el añadido de poder complementar su alimentación mediante tracción mecánica a través de pedales.
Además añado estos que aunque no tengan pedales, me parecen opciones eléctricas válidas.
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